viernes, 8 de abril de 2016

Un señor maduro con una oreja verde

Gracias a la asignatura de Estrategias de la Intervención Didáctica, me he embarcado en la lectura de un libro muy interesante, sobre todo para aquellos que os dediquéis al mundo de la educación . Se trata de "La oreja verde de la escuela. Trabajo por proyectos y vida cotidiana en la escuela infantil" de Carmen Díez Navarro.
 
Para tratar sobre este libro, dedicaré, en un mes aproximadamente, una nueva entrada contándoos, tras mi lectura, lo que me ha parecido y hablando un poco del libro en general.
 
Este primer post del libro quería dedicarlo a compartir y comentar un poema de Gianni Rodari (pedagogo y periodista italiano especializado en literatura infantil y juvenil), con el que Carmen Díez comienza la introducción de su libro. Dice así:


UN SEÑOR MADURO CON UNA OREJA VERDE  
 
Un día, en el expreso de Soria a Monterde,
vi que subía un hombre con una oreja verde.
 
No era ya un hombre joven sino más bien maduro,
todo menos su oreja, que era de un verde puro.
 
Cambié pronto de asiento y me puse a su lado
para estudiar el caso de cerca y con cuidado.
 
Le pregunté: -Esa oreja que tiene usted, señor
¿Cómo es de color verde si ya es usted mayor?
 
Puede llamarme viejo -Me dijo con un guiño-
esa oreja me queda de tiempos de niño.
 
Es una oreja joven  que sabe interpretar voces
que los mayores no llegan a escuchar:
 
Oigo la voz del árbol, de la piedra en el suelo,
del arroyo, del pájaro, de la nube en el cielo.
 
Y comprendo a los niños cuando hablan de esas cosas
que en la oreja madura resultan misteriosas…
 
Eso me contó el hombre con una oreja verde
un día, en el expreso de Soria a Monterde.
 
Como podéis ver se trata de un poema precioso repleto de metáforas maravillosas. Trata sobre la importancia que tiene para un maestro encontrarse abierto a las noticias y comentarios de sus niños, pues todas las ideas, vengan de donde vengan, pueden sernos útiles a la hora de enseñar.
Todos los maestros tenemos esa "oreja verde", pero debemos cuidarla y entrenarla para ser capaces de  escuchar y dar importancia a todas y cada una de las frases y comentarios de nuestros pequeños. Únicamente parándonos a escuchar esas voces, que para el resto de adultos resultan insignificantes, interpretándolas y dándoles la importancia que realmente poseen, seremos capaces de comprender y por tanto de atender, a las necesidades de cada uno de nuestros alumnos, convirtiéndonos así en buenos docentes.
 
 
Se que dejo un poco abierto el tema, pero no quiero meterme mucho más en su análisis porque me gustaría tratarlo más a fondo en la siguiente entrada, tras leerme el libro entero y haberme informado un poco más. 
Espero que hayáis disfrutado del poema y que os haya gustado tanto como a mí. ¡Y no olvidéis entrenar vuestra oreja verde!

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