domingo, 10 de abril de 2016

Adaptación de "El hombre de la piel de oso"

 
¿Cuántas veces habéis defendido como única y  buena la versión de un  cuento que, tan perfecto creíais saber? ¿Caperucita fue a casa de su abuelita? ¿Fue el huso de la Bella Durmiente, la causa de su sueño?¿Perdió realmente su zapato la Cenicienta?¿Es Blancanieves la verdadera protagonista de la historia?

Supongo que estaréis respondiendo a estas cuestiones basándoos en la versión del cuento que os hayan contado. Sin embargo he de deciros que, en los cuentos folclóricos, no existe una única versión correcta debido a su anonimato, su oralidad y su multiplicidad de variantes. Son historias que tienen tantos autores como personas las han contado y se han ido adaptando de acuerdo a las culturas y a la época.

Pues bien, en este post voy a adaptar un cuento folclórico recopilado por los hermanos Grimm titulado "El hombre de la piel de oso", para niños de infantil.  
Para aquellos que no conozcáis la historia y queráis ver las modificaciones que he realizado, a continuación os dejo un vídeo en el que cuentan el cuento. He de deciros que, ciertas partes y sobre todo el final, son diferentes al cuento que mi profesora nos ha contado, pero creo os servirá de guía para compararlo con mi adaptación. Sin embargo, os recomendaría personalmente que buscarais una traducción, para que leyeseis la suya original, sin adaptación alguna.

Para aquellos que no tengáis tiempo de buscar el cuento original.

 
El hombre de la piel de Oso:
 
Había una vez, hace muchos, muchos años, un joven llamado Arturo. Vivía en una pequeña casita en medio del bosque con sus padres y sus dos hermanos mayores.
Un día, su madre enfermó, y al ser el único que no trabajaba, decidió ir en busca de una cura. Pero pasaron los años y al no encontrarla,  Arturo, decidió regresar. ¡Todo había cambiado! Su madre había fallecido, sus hermanos se habían ido a vivir con sus esposas y su padre viudo se había vuelto a casar. 
El joven intentó asimilar tanto cambio, pero la madrastra, molesta de no poder vivir a solas con su nuevo esposo, le pidió al padre que le echara. Este, haciendo todo cuanto estaba en su mano por complacerla, habló con su hijo menor y le concedió unos días para buscar trabajo y abandonar la casa.

Ante esta situación, Arturo tomó una decisión. Partiría al día siguiente temprano en busca de una vida mejor. Y así lo hizo. Cogió una pequeña mochilita con provisiones y anduvo durante días y días buscando un trabajo con el que ganarse la vida. Pero transcurrida una semana, no encontró nada. Se había terminado toda la comida y ya no tenía más dinero. Estaba tan desesperado, que se sentó en una gran roca que encontró en un claro del bosque, y comenzó a lamentarse.

Estaba atardeciendo y una espesa niebla apareció de entre los árboles, captando la atención de Arturo. Poco a poco comenzó a disiparse y al desaparecer completamente, el joven pudo ver una pequeña cabaña de madera. Se frotó los ojos, creyendo que eran imaginaciones suyas, pero al avanzar y tocar la puerta, vio que era real, así que decidió entrar.

En el interior se encontró con una anciana muy encorvada y bastante fea que, nada más verle, le dijo:

- Ya era hora jovencito, te estaba esperando.
 
Arturo no entendía nada, pero la anciana, de nombre Tituba, le explicó que era una bruja y que podía hacerle tan rico como él quisiera; eso sí, sólo si era capaz de demostrar su valentía llevándole la piel de un oso. Arturo no se fiaba mucho de aquella mujer de negros ropajes, pero quiso demostrar su valentía matando a un oso  y entregándole su piel a la bruja.

Tituba, al ver que aquel joven era digno de hacer pactos con ella, le propuso un trato. Ella le prestaría un chaleco mágico del que podía extraer todas las monedas de oro que quisiera, simplemente chasqueando los dedos en los bolsillos; haciéndole rico. A cambio, Arturo debía vivir durante tres años bajo las siguientes condiciones. La primera de ellas era llevar la piel de oso siempre puesta, a modo de capa. La segunda era no dormir más de una semana en un mismo lugar. Y la última de las condiciones era no asearse, ni cortarse el pelo ni las uñas, durante ese tiempo. Pero si el joven no lo conseguía, se convertiría en su siervo.
Arturo, tras dudar un instante, decidió aceptar el reto  y, como por arte de magia,  apareció vestido con el chaleco y la piel de oso. Desconfiado, metió las manos en su interior,  chasqueó los dedos y, para sus sorpresa, los bolsillos se llenaron de brillantes monedas de oro.

Tras quedar con Tituba en el mismo sitio, para dentro de tres años, salió por la puerta de la cabaña y cuando volvió la cabeza para despedirse, la anciana y su cabaña ya no estaban.

Lo primero que hizo, una vez que hubo dejado atrás el claro del bosque, fue comprarse un caballo con el que viajar de pueblo en pueblo y una bonita casa en la que vivir pasados los tres años.

Al principio, Arturo estaba contentísimo. Recorría sitios increíbles, pudiendo comprarse todo aquello que quería y necesitaba. Además era muy querido por todo el mundo, pues era muy bondadoso y siempre ayudaba a quienes lo precisaban sin pedirles absolutamente nada a cambio. Sin embargo, con el tiempo, el joven fue cogiendo un olor un poco incómodo de soportar y la gente empezó a acercarse a él solo cuando necesitaban su dinero. Esto entristecía un poco a Arturo.

Pasó el primero y mitad del segundo año y la piel de oso empezó a fusionarse con la piel de Arturo. Estaba sucísimo, asqueroso. El pelo y la barba, enmarañados y llenos de ramas y barro a causa de dormir en el suelo, le llegaban ya a la altura del ombligo. Únicamente se entreveían en su rostro los pardos ojos del joven. Sus uñas parecían las zarpas de un tigre y el olor que desprendía se hizo insoportable. Más que un hombre, parecía una bestia.

Cada vez que llegaba a un pueblo, la gente huía de él asustada, le lanzaban piedras y le rogaban que se marchase, llevándose con el aquel olor putrefacto. De modo que, por muchas veces que Arturo chasquease los dedos y sacase monedas y monedas de sus bolsillos, al no poder ni acercarse a los pueblos, se le hizo complicado comprar alimentos y conseguir lugares en donde dormir.

Fue un día, mientras buscaba un lugar tranquilo y alejado de todos en donde pasar la noche, cuando Arturo escuchó un sollozo. Bajó de su caballo y miró de dónde provenía. Tras un molino abandonado, encontró a un hombre que tapaba su rostro con las manos. Era de noche y no se veía absolutamente nada pero, al respirar profundamente, aquel horrible hedor entró por su nariz e instantáneamente, el hombre buscó su origen.

- ¿Quién eres? ¡Por favor ten piedad de mí y no me comas!- dijo el hombre al ver aquella terrorífica silueta a la luz de la luna.

- No temas buen hombre. Mi nombre es Arturo y sólo quiero ayudarle- respondió el joven.

Arturo se mostró tan amable como siempre y le preguntó a aquel triste hombre, llamado Pablo, qué le pasaba. Éste le contó que tenía muchas deudas y que no sabía qué sería de sus hijas si no conseguía saldarlas. Arturo le habló de su trato con la bruja y de las riquezas que poseía, insistiendo en que podía ayudarle a él y a su familia. Pablo, agradecido por la caridad de aquel joven, le invitó a pasar toda la semana en su casa y le prometió la mano de una de sus tres hijas, la que más le gustara.

Dicho y hecho. Cuando llegaron a la casa, Pablo anunció la llegada de su nuevo invitado a su mujer y a sus tres hijas. Al ver el aspecto y olor de Arturo, miraron al hombre con mala cara, pero al explicarles que gracias a él conservarían su casa y taparían todos esos agujeros económicos que tenían, no tuvieron más remedio que aceptarlo.
 
A dos de las hermanas, a las mayores, no les hizo gracia alguna que aquella especie de hombre-oso maloliente residiera en su casa, de manera que ambas procuraron verle lo menos posible, reduciendo el tiempo que pasaban con él a las comidas.
 
Por el contrario, a Alicia, la hermana menor, una chica guapísima, muy lista y con gran corazón, le encantaba pasar tiempo con Arturo. Salían al campo a dar paseos, mantenían largas conversaciones, se reían y lo pasaban realmente bien. A diferencia de sus hermanas, ella veía el inmenso corazón del joven,  oculto más allá de su apariencia.  

Al llegar el séptimo día, la familia realizó una gran comida para despedir a su generoso huésped. Alicia estaba muy triste. A pesar del aspecto de bestia de Arturo, ella se había enamorado y no quería que este se fuera. Al joven le pasaba lo mismo. Desde que vio a la pequeña de las hermanas por primera vez, se había ido enamorando más y más cada día. De modo que, metiendo la mitad de un precioso anillo en su copa, Arturo le pidió a Alicia que lo guardara como muestra de su amor. Él conservaría la otra mitad y si a su regreso ella lo conservaba y quería, la desposaría. Y tras decir esto partió.

Pasaron los meses y concluyó el último año. Llegó el día tan esperado, así que  Arturo regresó al claro del bosque, durante el atardecer, para reencontrarse con Tituba. Subió a la gran roca y esperó a que apareciera la niebla y junto a ella la pequeña cabaña de madera.

La puerta se abrió y la bruja salió de ella bastante enfadada. Arturo había superado todas las pruebas, por lo que no tuvo más remedio que devolverle su apariencia inicial y buscar siervos en otra parte.
En cuanto Tituba volvió a desaparecer, el joven montó en su caballo, pero esta vez limpio, peinado y muy bien vestido y partió en busca de su amada Alicia.
 
Al presentarse de nuevo en la casa, las dos hermanas mayores abrieron la puerta ilusionadas al ver a aquel apuesto joven, sin reconocer a Arturo. Pablo y su mujer le ofrecieron comer con su familia y al sentarse todos a la mesa,  Alicia apareció. Se la veía triste. A diferencia de sus hermanas, la muchacha saludó al apuesto joven, pero no volvió a mirarle más. Arturo le preguntó que qué le pasaba y la chica, sin levantar la mirada de su plato, le contó que el hombre al que amaba había tenido que marchar tiempo atrás y que esperaba su regreso. Al escuchar esto, a Arturo se le dibujó una enorme sonrisa en la cara. Miró a Alicia, la cogió de la mano tiernamente y le mostró su parte del anillo.
Alicia, sorprendida, alzó la vista, fijándose en los ojos pardos de aquel apuesto joven y, al reconocer a Arturo, se fundieron en un largo y cálido abrazo.

Para la envidia de sus hermanas, Arturo y Alicia contrajeron matrimonio y vivieron felices en la casa que el joven compró tiempo atrás, formando una gran familia; cosa que ellas, no consiguieron jamás.

Y colorín colorado, este cuento, se ha acabado.


Justificación de los cambios realizados:

Lo primero que he tenido en cuenta a la hora de realizar mi propia adaptación del cuento de los hermanos Grimm, "El hombre de la piel de oso", ha sido la edad de los receptores a quienes va dirigida mi narración, pues, mis modificaciones debían respetar la enseñanzas y la estructura originales de la historia, pero adecuándose a su edad y etapa evolutiva.
 
Considero que, una edad adecuada para usar la adaptación que he realizado es la de 5-6  años, ya que, como hemos visto en los apuntes de este segundo bloque, a estas edades los niños ya son capaces de identificar el mensaje gracias a los estereotipos que representan los personajes y su polaridad. Además, durante esta etapa los sentimientos valorativos de los niños se han ido acrecentando, comprenden los castigos que reciben los personajes que encarnan el mal y valoran los premios, apreciando la justicia. 
 
 
En mi adaptación los cambios realizados han sido los básicos y necesarios, ya que he querido mantener todos los elementos imprescindibles de este cuento maravilloso, respetando su estructura interna (planteamiento, nudo y desenlace). Por tanto, el punto de partida es que el personaje no está contento y quiere cambiar. Emprende su viaje iniciático como adolescente y a mitad de él se encuentra con un personaje del otro mundo. Se enamora y busca la forma de estar con esa persona. Finalmente, supera todas las pruebas que se ha ido encontrando por el camino y consigue una recompensa (ya convertido en adulto).
 
Con la intención de añadir un poco más de magia y emoción a la historia, he querido añadir la pequeña cabaña de la bruja que aparece y desaparece con la niebla de entre los árboles y  he hecho que Arturo deba chasquear los dedos en los bolsillos del chaleco, a modo de conjuro, para conseguir las monedas de oro. Así mismo, he querido situar el encuentro de Arturo con el mundo paralelo en el atardecer, ya que, como dicen, es el momento en el que las puertas de ambos mundos se abren y pueden interactuar.
 
He adaptado el cuento en un contexto aconfesional, omitiendo todo lo referente a la religión ya que, como educadores, debemos tener en cuenta que dentro del aula podemos encontrarnos con niños ateos y de diferentes religiones.
Para conseguirlo, he eliminado al Demonio, que es una figura ligada al infierno y lo he sustituido por una bruja, puesto que esta es uno de los personajes típicos de los cuentos folclóricos. Así mismo, he quitado la parte en la que se le prohíbe rezar al protagonista y he sustituido el castigo de "quedarse con su alma" por "hacerle su siervo".
 
Otra de las cosas que he suprimido, han sido los momentos morbosos de la historia tales como, ir a la guerra o el suicidio final de las dos hermanas, aunque he añadido la muerte de la madre de Arturo. Esto se debe a que, como se cita en la revista "Guía Infantil", la muerte es parte de la vida cotidiana y aunque creamos que no, los niños desde que son pequeños tienen conciencia de ella, entendiéndola como algo reversible, temporal e impersonal. Perciben todo lo que ocurre a su alrededor y está en nuestra mano eludir hablar del asunto o brindarles la información que necesitan; eso sí, sin darles detalles escabrosos.  

He modificado el inicio de la historia, haciendo que el joven protagonista partiera en busca de una cura para su madre enferma, en vez de que se alistara en la guerra. Esto lo hice porque, me parecía que el personaje cobraba de esta manera un aspecto mucho más bondadoso, queriendo ayudar a su madre por encima de todo. Además este comienzo, que finaliza con el fallecimiento de la madre y la incorporación de la madrastra en la vida de Arturo,  me permitió añadir un arquetipo a la historia. Se trata del padre viudo que vuelve a casarse, olvidándose de sus hijos y priorizando en los intereses de su nueva esposa, lo que hace que su hijo menor busque la seguridad en otro personaje de apoyo. 
 
En cuanto a los personajes, normalmente en los cuentos de niños, tienen nombres, por lo que decidí ponerles a cada uno de ellos uno acorde con su personalidad y su forma de actuar.

  • Arturo à  que significa "fuerte como un oso" u "oso noble"
  • Alicia à  que significa "sincera y verdadera"
  • Pablo à que significa "hombre humilde"
  • Tituba à una de las "brujas" de Salem (siglo XVII)
 
Haciendo referencia al lenguaje, he intentado utilizar frases cortas y un vocabulario sencillo, entendible para los niños de estas edades. Para ello he cambiado palabras como puede ser "jubón" y la he sustituido por "chaleco", ya que me parece que es una prenda más actual y conocida por los pequeños. Sin embargo, no he querido meterme mucho en las estructuras de las frases puesto que está creado para ser contado y poder disfrutar imaginando.
 
Otra de las cosas que he hecho ha sido resumir el cuento, simplificando u omitiendo partes de la versión narrada en clase que me parecían poco relevantes. Considero que la longitud del cuento es importante ya que, aunque a todo niño le encanta escuchar historias, resulta difícil mantenerles atentos durante mucho tiempo. Para ello he suprimido o acortado algunas descripciones, como puede ser el periodo en el que Arturo y Alicia se enamoran, y he enfatizado en otras, como es ese momento mágico en el que aparece la bruja. A pesar de eso, una buena maestra siempre sabrá cómo y dónde meter o quitar detalles, según vea la motivación e interés de sus alumnos durante la narración del cuento.

También, haciendo referencia a la longitud, he creído interesante reducir el tiempo de la penitencia de Arturo de los 7 a los 3 años y la condición de pasar una única noche en un lugar, a una semana, porque, como se sostiene en la revista "Ser Padres" , muchos niños de edad preescolar no están listos para entender plenamente conceptos abstractos del tiempo tales como la duración. Su percepción de "en un mes" puede significar lo mismo que "el año que viene". De manera que, contando con que a estas edades saben que un año es mucho tiempo y que tres es más que uno, he considerado que se trataba de tiempo suficiente como para que puedan darse cuenta de que es un periodo muy largo.
 
Finalmente, añadir que he querido incorporar el "Había una vez, hace muchos, muchos años.." y el "Colorín colorado, este cuento se ha acabado" como fórmulas de entrada y salida, propias de este tipo de cuentos, con el fin de abrir y cerrar la narración ante el receptor (en este caso ante los lectores).
 
 
Pues hasta aquí mi adaptación. Espero que os haya gustado y que os sirva para haceros una idea de cómo podemos utilizar los cuentos folclóricos en nuestras aulas de infantil (en mi caso).
 
 
Fuentes consultadas:

Grabación del cuento "El hombre de la piel de oso" narrado en clase por Irune.

- Apuntes Literatura Infantil. Tema 2. Textos folclóricos. Selección y adaptación. 

 

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